En una aldea gallega muy cerca de Melibe se dice que hace tiempo había un castillo abandonado. Cierto día un perrito llamado Manuel, buscando refugio del sol, logró meterse por un agujero de una de las viejas puertas de dicha casona. El perrito Manuel subió lentamente las ruidosas escaleras de madera. Al terminar de ascender la misma se topó con una puerta semi abierta y temeroso, lentamente entró. Para su sorpresa, se dio cuenta que dentro de la habitación había más de mil perritos observándolo tan fijamente como el los observaba a ellos. El perrito Manuel comenzó a mover la cola y a levantar sus orejas poco a poco. Todos los perritos hicieron lo mismo. Posteriormente sonrió y alegre le ladró a uno de ellos. El perrito Manuel se quedó maravillado al ver que los mil perritos también le sonreían y ladraban alegremente con él. Cuando el perrito Manuel salió del cuarto se quedó pensando para sí mismo: ¡qué lugar tan agradable, voy a venir más seguido a visitarlo!.
Tiempo después otro perrito callejero Gallego ingreso al mismo sitio y se encontró entrando al mismo cuarto pero a diferencia del perrito Manuel este perrito al ver a los otros 1000 perritos se sintió amenazado, ya que creyó que lo estaban mirando de manera muy agresiva. Inmediatamente empezó a gruñir cómo lo hacía siempre; inevitablemente vio como los otros 1000 perritos le gruñían a él. Comenzó a ladrarle ferozmente y los otros 1000 perritos le ladraron también a él. Cuando el perrito gallego salió del cuarto pensó: ¡qué lugar tan horrible es éste, nunca más volveré a entrar allí! En el frente de dicha casa se encontraba un viejo letrero que decía: «La casa de los mil espejos. Exportación al planeta».
Todos los rostros del mundo son espejos. Decide cuál rostro llevarás por dentro y ese será el que mostrarás y exportarás al universo. El reflejo de tus gestos y acciones es el que proyectamos ante los demás. Las cosas más bellas del mundo no se ven ni se tocan. Sólo con amor se sienten en el corazón.